Exposiciones > Forma y Vacío 2013-2018

Museo de las Américas

Viejo San Juan, Puerto Rico
2019
Con mi trabajo, busco inducir al espectador en una actitud de contemplación intuitiva que, a la vez, requiere de su participación activa para comunicarse con el contenido espiritual y sensible de la obra. ​

– Fernando VARELA

La serie Forma y Vacío se sustenta en la repetición de figuras ovoides contenidas en polígonos irregulares de contornos caprichosos. Unas al lado de otras o unas sobre las otras se multiplican dentro del plano y, a veces, exceden sus bordes. Óvalos y polígonos delicadamente anillados entre sí parecen configurar composiciones mandálicas. Varela utiliza una geometría rústica, armada con recortes y discretamente saturada, incluso en los casos donde abandona los tonos azules, verdes y grises para incursionar en gamas de mayor intensidad cromática.

La reiteración, por cierto, no es reproducción de lo idéntico. En la serie Forma y Vacío se encuentran conjuntos diferenciados donde las formas pueden cohabitar entre sí, aparecer individualizadas como sucede en Fragmentaciones o presentarse incompletas según se advierte en Close-Ups. Esa multiplicación no es rígida o idéntica como en las prácticas minimalistas, sino que en cada caso el artista insinúa variaciones en los tamaños, contornos y formas de relacionarse.

De manera que los criterios de proximidad entre los elementos son discrecionales, en función de la intensidad expresiva que se manifiesta en cada obra o en las subseries donde estas se agrupan.

El óvalo vacío, a su vez, se asienta en una forma contenedora que es la que permite su discernimiento por contraste. Pero es también contenedor de una potencialidad fundante, iniciática. Vuelve aquí a lo primordial —el huevo y su envoltura—, momento dual, estadio de encuentro entre dos entidades generatrices.

He aquí el simbolismo del origen de la vida, idea común en distintas culturas y una de las simientes del espiritualismo en Oriente y Occidente. Todo proviene de aquella vacuidad amniótica, indiferenciada al principio, que alegoriza el huevo como potencia reproductiva. El óvalo (y su cáscara), en cuanto representación abstracta, sugiere el misterio de la genealogía vital.

Digamos que ese enjambre de formas ovales y trazos filamentosos que se multiplican, aluden a un estado primigenio en expansión constante. También pueden apreciarse como una escritura genésica, de caracteres básicos, que progresan recursivamente como un mantra. Todo, claro está, es sugerido, alegórico, evocativo, como corresponde a la libre sintaxis de las artes visuales.

Varela nos habla de “metáforas visuales”, una manera de recrear ideas por medios no verbales. La forma, en cuanto signo, conforma un alfabeto elemental, ceñido a la gramática de los sentidos. Pero las palabras son siempre ambiguas, arbitrarias. Cuando uno dice o escribe “vacío”, de pronto esa palabra atrapa lo indeterminado, lo inconmensurable, en apenas cinco letras. La imagen, en cambio, no puede nombrar el vacío, pero si mostrarlo, darle forma, hacerlo una presencia o, como sugiere el propio artista, “darle soporte a una intuición”.

Félix Suazo
Investigador, curador y crítico de arte

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