«Una vez el hombre muerto y los animales domésticos destruidos, reaparecen las especies y los géneros que habían sido exterminados, y la superficie de la tierra está invadida por una vegetación enorme.» -Blaise Cendrars, poeta francés.
La familia de los “Crocodilidae” cuenta 14 especies, a las cuales podemos agregar una decimoquinta : los cocodrilos de Fernando Varela.
Ese animal, de una extraña belleza o fealdad según los criterios, viejo de 240 millones de años, navega en las aguas tropicales, en todos los continentes salvo Europa –con excepción de los zoológicos y otros albergues artificiales-. Vive en el agua dulce o salada, también descansa y calienta su carapacho sobre la tierra firme… Sus dimensiones variables pueden alcanzar los siete metros, y su longevidad los 100 años.
Mandíbulas y dientes le dan una justificada reputación de fuerza y crueldad excepcionales. Sorprendentemente llegan hoy a criarlo… para proteger a otras bestias del salvajismo de cazadores furtivos. Sin embargo, perseguido y preciado por su cuero, él está considerado como vulnerable y en peligro de extinción. Fernando Varela, cuya obra refleja cada vez más su preocupación por la naturaleza y la supervivencia, nos ha deslumbrado con la irrupción de cuatro inmaculados cocodrilos moldeados en parafina y sal, cuales guardianes de pinturas y dibujos de la última exposición. En nuestro país, no se trata de un animal exótico, sino que forma parte de la fauna del Lago Enriquillo y sus principales atractivos. Ahora bien, su número disminuye, su reproducción se altera, su aparición se enrarece…
El artista no solamente realiza una instalación y un conjunto de piezas escultóricas fascinantes, sino lanza un “grito visual” de advertencia. Vuelto expresión simultáneamente hiperrealista en lo formal y surrealista en lo cromático, el cocodrilo ilumina el espacio a manera de un símbolo, y concretamente por el blanco absoluto de su cuerpo y su lecho en cristales marinos. Aporta otra dimensión de arte y realidad, al lado de imágenes que también conciernen la preservación de la vida, la flora y el habitat, antes de que la única esperanza se encuentre en la resurrección.
En civilizaciones antiguas y culturas primordiales, el cocodrilo frecuentemente inspiró a los artistas anónimos y figuró en monumentos. En épocas más cercanas, nutrió la caricatura y planchas de historia natural. Ahora, Fernando Varela, un artista contemporáneo, caribeño y latinoamericano, le tributa un homenaje insólito y emotivo de inusual hermosura, y le dedica, en tres dimensiones, una elegía, que, como su modelo, ha de ser cuidada y conservada.