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Los «Espacios alternos» de Fernando Varela

Está entre los más importantes artistas del país, se destaca por planteamientos altamente conceptuales, elementos que son signos y símbolos

Casualmente, hace solo algunas horas, se nos reveló una obra de Fernando Varela, impactante por su tamaño, por su proceso de elaboración plural, por su título «Exodo», una especie de constante desde los finales de los 80, cuando el artista expuso los primeros palimpsestos y collages bíblicos. Encontramos la investigación sobre el espacio, el cromatismo sordo de la tierra, las aplicaciones de papel sobre el lienzo. Físicamente observamos una pintura minimalista, conceptualmente una propuesta de meditación sobre el destierro y viaje forzado, las Sagradas Escrituras siendo fondo y trasfondo de la pieza pictórica…

Prácticamente dos décadas después, Fernando Varela permanece inconfundible, a pesar de que él no ha dejado de inventar formas nuevas y que, más allá de lo que esas formas representan o sugieren, él subvierte la disposición de los signos y, casi en cada cuadro, él gesta composiciones y componentes desconocidos. Es la primera impresión que nos deja la exposición «Espacios Alternos», actualmente montada en la galería District en la Zona Colonial.

Sin duda alguna, el artista se ha adueñado de una rara capacidad de recrear no estaríamos del todo equivocados si habláramos de un estado de gracia, que corresponde a la fe y la metafísica de Fernando, a su «alquimia espiritual», nos gustó esa expresión de María Elena Ditrén, directora del MAM en su texto.

Antes de proseguir el comentario de la más reciente aventura plástica del pintor, queremos puntualizar que él dejó muy atrás el cuestionamiento de su identidad, que sin embargo, el eminente historiador del arte y director del Museo de Montevideo, Ángel Kalenberg todavía ponderaba en un ensayo del 2006 (1): «Aparentemente, Varela se nutrió de la fuerza de lo tropical, pero de modo subyacente puede detectarse una comunidad con su pasado, como una empecinada voluntad por conservar su identidad nativa…» Si algo se evidencia, y ello desde hace varias colecciones -llamemos así las series temático-estéticas de Fernando Varela-, es su compromiso etno-antropológico con el trópico insular, sus migraciones, sus avatares, su estilo sus gentes.

La Exposición

«Espacios alternos» sorprende, convence, conmueve. De repente, se nos ocurre que el período de «la palabra callada» y su letrismo hormigueante, fue un compás de espera o un lenguaje lírico de ruptura… antes de navegar de nuevo por los mares del trópico. ¡Suceden esas pausas en la creación literaria o artística! Ahora un artista resurrecto volvió a las islas y las metamorfosis inagotables, donde de un manojo de tallos con espinas, se construye una piroga, de una piroga se hace una vaina.

Además apareció un Fernando Varela lúdico que, sin traicionar la limpidez factural que define su oficio, recrea… también en un sentido de diversión. No es que él descarte inhibiciones, sino que, al lado de las trascendencias y sublimaciones no abandonadas, se manifiesta ahora un estremecimiento terrenal. El cerebro, el corazón, el sexo – un elemento nuevo- determinan la condición humana, y aun la naturaleza. Se trata de la vida, del crecimiento, de la reproducción. En contrapunto están la muerte y la desaparición, simbolizadas por un cerebro, convertido «kafkianamente» en insecto, finalmente en simple signo lineal. Nada menos complaciente que estos «espacios alternos», a la vez escasa e intensamente poblados…

A menudo, las criaturas eran especies de mutantes, cuyos cuerpos, aunque diferenciados en hombres y mujeres, instrumentaban la fuerza espiritual y la levitación hacia atmósferas ignotas. Hoy el individuo tiene rasgos raciales y sexo, se ve autóctono, auténtico, erótico, pero mantiene los ojos cerrados, puede estar acuclillado, o baña en una forma / sustancia de líquido amniótico ¿Está todavía por nacer el nuevo hombre «vareliano»? La criollización avanza: en frontispicio se alinean islas y países del Caribe, mientras que el personaje, inmóvil y dormido, está contenido por una arquitectura y estructura líneal. El lector prosáico piensa en un gigantesco colador. ¿Se equivocará? ¿O esa interpretación pertenece a la pluralidad de lecturas, suscitada por la mayoría de las obras?.

Y el paisaje, carnal, sensual y forestal, hace su entrada. Aquí se despliega, lírica y transparente, inmaterial e insinuante, vertical y paralela, la selva de Fernando Varela.

Esa real-maravillosa oda pictórica a la naturaleza antillana, a lo que llaman el bosque húmedo, es uno de los últimos cuadros. De hecho formaliza y ubica en un contexto ecológico, objetos blanquecinos, estructuras, prótesis, envolturas, «cosas» de definición abierta, sugeridas en otros espacios. Ese paisajismo tan especial y armonioso seguirá dando frutos culturales.

«Espacios Alternos»,presenta en District pinturas, dibujos y una pequeña escultura / instalación -de tres caras sobre pedestal-. Además, actividades de animación -talleres, diálogos, visita guiada- acompañan una exposición fantástica en todos los sentidos de la palabra.

Marianne de Tolentino
2007

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