Fernando Varela exhibió en el Museo de Artes Visuales de Uruguay, no solamente sus obras más recientes, una seleccion lógica, sino una producción consonante con las exigencias de la institución y de su director, Ángel Kalenberg.
Mencionar a Ángel Kalenberg equivale a referirse a uno de los pilares de la crítica, del ensayo, de la edición en el campo del arte, y también de la literatura, pues es un intelectual completo, de gran experiencia, altamente respetado y apreciado.
El Museo de Artes Visuales (nos parece que su nombre ha cambiado para dar mayor cabida al arte contemporáneo) de Montevideo está bajo su sabia dirección desde hace muchos años, y desconoce las concesiones.
Por tanto esta muestra significa un paso importante para las relaciones entre Uruguay y nuestro país, para futuros intercambios, siempre que se mantenga la misma calidad técnica y estética. Tampoco cabe duda de que esta producción reciente de Fernando Varela, difícil y conceptual, sofisticada y perfeccionista, era la más adecuada entre las sucesivas etapas de una carrera inflexible en cuanto a la investigación y al nivel.
No dejó de llamarnos la atención el enjundioso ensayo que escribió Ángel Kalenberg y de que modo él maneja un estudio retrospectivo de la obra de Fernando Varela, como si la conociera en su extensión y profundidad. Queremos citar el juicio siguiente, elección que luego motivaremos: “Aparentemente, Varela se nutre de la fuerza de lo tropical, pero de modo subyacente puede detectarse una comunidad con su pasado, como una empecinada voluntad por conservar su identidad nativa, debido a ello propone una avenencia formal de extremos jamás sospechada en la reprimida era modernista”.
Nos alegramos por cierto infinitamente, de que el origen uruguayo de Fernando Varela resalte, bajo “la pluma” (hoy una metáfora ) de un conciudadano ilustrado. No pocas veces, por la estrechez mental de algunos sectores locales, esas raíces se han objetado, en lugar de considerarlas parte de la originalidad y la solidez de la expresión vareliana. Y ciertamente, esas gamas sordas, de luminosidad sigilosa, esos signos que a menudo requieren una descodificación, esa importancia física y semántica de la palabra, aunque son componentes peculiares y originales, surgen de la memoria subconsciente. Torres García, cuya universalidad crece inconteniblemente, ha dejado su impronta espiritual y estética. Todo buen artista tiene padres y ancestros.
El catálogo conlleva también un ensayo de Ricardo Ramón Jarne, otro dominicano “de adopción”, que concluye gloriosamente:
“Cosmología letrada la de Varela en la que si no fuera un maestro del color, de la forma, de la materia, si no fuera por la fuerza estética de sus obras, diríamos que Varela no pinta, escribe y compone música”. Inducción muy acertada, ya que Fernando posee una gran cultural musical, toca piano ¡y quién sabrá si él no compone!
Recordemos que una de las exposiciones más contundentes del artista se presentó en la totalidad de los espacios del Instituto de Cultura Española, cuando lo dirigía Ricardo Ramón, y aquel despliegue de instalación, pintura, escultura, cerámica, gestó en nuestra opinión la actual época creativa. La participación activa del espectador si tenía sensibilidad e inteligencia, completaba la propuesta plástica.
La Exposición en Montevideo
Obviamente, una excelente ubicación, en salas perfectamente iluminadas y acondicionadas, dio a las obras de Fernando Varela, la dimensión estética que merecían. Claridad, espaciamiento, colocación armoniosa de lo bidimensional y tridimensional, distinguían el nivel museográfico, favoreciendo una ruta de la mirada, prescindiendo de toda escenografía. Había una óptima adecuación entre las piezas expuestas, el entorno y el estilo de montaje.
Esta misma serie de “La Palabra Callada” había sido expuesta con éxito en nuestro Museo de Arte Moderno. Entre sus cualidades, figuraba una invitación a dedicarse a la lectura de la obra. Una mirada furtiva no cabía, la superficie, los espacios, la materia, y evidentemente ese mundo subliminal de letras requerían atención y reflexión. Impresionaba también la sutileza cromática y dimensional. No olvidamos la satisfacción de la directora, Maria Elena Ditrén, su sonrisa ante cada pintura y escultura. En el Museo de Artes Visuales de Montevideo, no se repite simplemente lo que se expuso en nuestro museo. Nuevas obras, de realización muy reciente, se le agregaron, aunque no han cambiado ni título ni concepto del discurso en este conjunto plástico.
Nos place reafirmar algunas de nuestras reflexiones acerca de “La Palabra Callada”. Siempre la valoramos como una exposición que no se recorre, sino que se descorre. En las propuestas visuales de Fernando Varela, signos mí(s)ticos suscitan una intensa curiosidad y se vuelven una fuente de meditación cuando no de obsesión. ¿Cuáles serán los misterios que se esconden detrás de esos soportes, tanto composiciones plásticas como descomposiciones gráficas? Si optamos por privilegiar la letra, la palabra, el (anti)texto o el “a-texto”, sobrepasamos la inmediatez de la ojeada, le suceden los mecanismos y potenciales de la mente. Nos consta que una persona ignorante, “antifilosófica” o que simplemente busca la facilidad de apreciación, permanece ajena al sentido plural de la obra de Varela y a sus lecturas enriquecedoras, hoy como ayer.
Y el maravilloso Alfabeto, igualmente expuesto en Montevideo, aquel políptico, serial y diferente, sigue siendo una de las obras capitales. El artista, tan letrado como letrista, nos enseña a leer y a ver. Subraya, mediante un ordenamiento tonal, la importancia de la grafía, omnipresente e imprescindible. Él la dispone, metódica y reiteradamente, para luego soltarnos en el territorio desordenado de las letras liberadas ¿trama, tejido, medio biológico?. ¡Ahora bien, con los cuadros él delimita campos y encierra las andanzas tipográficas!
Sabemos que a Ángel Kalenberg le ha interesado muchísimo “La Palabra Callada”, estamos a la espera de las reacciones críticas. Y ojalá esta presentación en el Museo de Artes Visuales de Montevideo sea la primera etapa de un itinerario por otras ciudades e instituciones de América del Sur.