En 1998, en la época que comenzaba mi búsqueda de una grafía que representara el origen como forma Primaria y sus posibles desarrollos en tiempo y espacio, mi hija pequeña, Mónica, en ese entonces de 6 años, me ofreció de regalo – copiando las formas que veía en mi taller – un pequeño collage cortado a tijera, de papel blanco y negro, que hoy forma parte de esta exposición.

Como esas cosas que a veces son muy difíciles de explicar en el transcurso de la vida de todo artista, cuando me lo entrego recibí como una “revelación”, no podia salir del asombro que mi pequeña hija en total inocencia, me había revelado en algo tan simple una verdad que aun hoy me me resulta muy difícil de contextualizar.

Aquello que me había maravillado, y todavía lo hace hoy, y para lo cual no tengo fundadas razones lógicas sino puramente intuitivas, era la perfecta correspondencia entre la forma cortada y el espacio que surgía de esta intervención. Ambas siendo ahora dos formas, se complementaban de manera perfecta y absoluta.

Una era el resultado de la otra y ambas se pertenecían.

De aquellas formas que habían surgido de la Unidad, ahora formaban la Dualidad, revelándose en terminos de opuestos: lo Masculino y lo Femenino. Se manifestaba así para mi un conocimiento de profundo contenido espiritual.

Esta experiencia de la que pudiera extenderme mucho más es loq ue hoy finalmente quiero compartir con ustedes, tal vez con la esperanza de que alguien más sea conmocionado en su interior igual que yo lo fui en mi momento.