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Orígenes y Formas Primarias

Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí; el jardín de senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. La relectura general de la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pên, opta -simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan.

Jorge Luis Borges, El jardín de senderos que se bifurcan.

Espacio y tiempo

Sería desacertado hablar de artes visuales en el Caribe partiendo únicamente de la obra de un artista, aún más cuando esta producción es por naturaleza diaspórica y se encuentra implicada en un complejo discurso que a la vez integra y trasciende las codificaciones a las que obligan las filiaciones nacionales o territoriales. Estas producciones, que nos podrían servir de pie de amigo, reflejan tanto las preocupaciones y las contradicciones como las referencias culturales variadas y complejas de un universo de viajes y confluencias. Es así que la producción artística de Fernando Varela, aunque se enmarca contextualmente y se encuentre geográficamente determinada por la isla, va mucho más allá y revela esos encuentros entre la producción cultural y las comunidades donde se insertan y desde donde provienen. La determinación por lo mismo, es más que geográfica, es más bien un determinismo emocional establecido por la manera de ver las cosas de Varela y su actitud ante la vida.

La transitoriedad ha devenido, desde hace ya muchos años, en una de las cualidades esenciales del arte contemporáneo. La fugacidad, en cuanto a permanencia del propio objeto artístico así como la inmediatez de sus contenidos, que cada vez más se refieren a lo inminente, a lo perentorio. Esto, lejos de ser una condición contradictoria o una reflexión en menoscabo de ciertas vías de producción de sentido no es otra cosa que una observación que me permitirá dar pie al análisis de la obra de Fernando Varela. Según Zygmunt Bauman, la producción artística está sometida a los imperativos de transitoriedad e incertidumbre que caracterizan la sociedad de hoy. En ¿Arte líquido? Bauman critica ciertas líneas del arte contemporáneo en el sentido de que tienen una apreciación incorrecta de la temporalidad, lo cito cuando dice que algunos artistas contemporáneos solo se centran en: “acontecimientos pasajeros: acontecimientos de los que, de entrada, se sabe que serán efímeros”. La obra de Varela se circunscribe, por oposición, en una parcela opuesta. En un juego de estudios y observaciones yuxtapuestas, Varela apuesta al análisis de la permanencia, de lo evolutivo y filosóficamente originario desde las artes visuales. Ocupa entonces un espacio fundamental dentro del panorama de la producción de sentido contemporánea del Caribe y República Dominicana al pretender, desde los procesos artísticos buscar vías de análisis y respuestas a cuestiones de orden general y universal.

Los “diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan” que lúcidamente eligió Ts’ui Pên a la hora de construir en modelo y palabra el jardín de senderos que se bifurcan me sirve como una especie de canon para descifrar los caminos más recientes transitados por la obra de Fernando Varela. Su producción artística está definida por esa vastedad de referencias simbólicas y espirituales, que pudiera referir a lo contemplativo, pero a la vez es un lúcido reto al pensamiento abúlico y lineal de la contemporaneidad en tanto lo contradice continuamente. Cada uno de sus lienzos o papeles nos plantea un perenne cuestionamiento espiritual, social, ideológico y por consiguiente, en cuanto el contenedor de estas reflexiones es el arte: estético.

Diversos porvenires

Para algunos hablar de lo espiritual hoy día podría parecer inconveniente, o en su defecto, un producto de corrientes masificadoras que pretenden desde una parcela perceptiva de la sensibilidad popular encaminar “destinos” y homogeneizar el pensamiento. Sin embargo, más allá de proclamar las cualidades redentoras de la producción artística, prefiero enfocarme, para lo que ahora viene al caso, en la espiritualidad como instrumento, como herramienta de “anclaje” hacia la comprensión, o al menos atisbo, de nuestra realidad contemporánea desde la producción artística.

Vayamos por partes, para enunciar lo espiritual desde la práctica artística contemporánea hay que contextualizar el hecho y su efecto en el discurso actual como una de las vías más importantes de planteamiento de problemáticas y reflexión crítica. Importante, porque se establece como recurso alternativo a la proclamación, a la mímesis y a la denuncia. La obra de Fernando Varela corporeiza esta actitud en la producción artística de manera reveladora. No se trata solamente de la emergencia en el arte contemporáneo de una subjetividad diferente, enfocada a asuntos que podrían considerarse intangibles e individuales. Tiene que ver más, a mí entender, con la paradoja de la información múltiple y “accesible” y la obvia desconfianza por lo aparente, por lo visible.

El componente espiritual en la obra de Varela deviene del estudio, la investigación acuciosa, de ahí que lo que se traslade a su obra sea de una profundidad categórica, pero a la vez –y ahí radica una de las grandes paradojas de su cuerpo de trabajo- de una contundencia visual tal que hace visible cuestiones como el origen y lo primigenio con una claridad pasmosa. Tomemos por ejemplo el primer Origen de 1999, obra referencia de la serie con su mismo título: el autor se plantea “que debía retomar ese camino y desarrollar esa búsqueda hasta sus más lejanos límites”[i]. Esta vuelta a la pesquisa anterior hace que este cuerpo de trabajo sea el resultado de una investigación espiritual, sí, pero una que raya en la búsqueda antropológica. Antropológica, en tanto se aventura hacia campos de estudio que refieren al ser humano de una forma integral. Este cuerpo de trabajo produce sentido desde diversos planteamientos e intenta abarcar tanto la evolución espiritual y biológica de nuestra especie, como el desarrollo y los modos de vida, las cosmogonías y las fuentes de conocimiento.[i] Notas de Fernando Varela. Julio 2010.

¿Puede ser entonces este meandro de significados una búsqueda constante, “circular” diría yo, de respuestas y definiciones? En la obra de Fernando Varela lo es. Confluyen tiempos, visualizaciones e interrogantes que van, en la medida que se profundizan las investigaciones y búsquedas del artista, definiendo su forma y “apariencia” artística.

Diversos tiempos

El tiempo y la manera de estructurar secuencialmente su cuerpo de trabajo es también un rasgo que sobresale en la producción de Varela. El tiempo, asumido en esta ocasión como elemento omnipresente que se cuela por los intersticios de todos sus otros discursos paralelos. Desde el tiempo el habla del origen, de lo que se considera primigenio y evidencia la intertextualidad referida a la coexistencia de cronologías, que es a la vez una simultaneidad de discursos. Sus obras no sólo nos hablan de un tiempo; sino que reflexionan desde el hoy y ahora sobre las circunstancias, las necesidades y condiciones en que se construyeron las nociones de presente y futuro… y lo que es más aún: las posibles definiciones de un pasado muy remoto.

“El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros” dice Stephen Albert a Yu Tsun en El jardín de senderos que se bifurcan de Borges, y aunque refiriéndose a un evento en particular[i], esa aseveración puede convertirse en otro de los referentes de análisis de esta obra de Varela. Es interesante y hasta sintomático que los primeros Orígenes se generaran desde la noción de dualidad y hace ya muchos años (más de diez para ser exactos), y que el artista, en la circularidad de su práctica los retome nueva vez para explorarlos más profundamente. [i] Esta conversación se produce en el relato de Borges cuando Yu Tsun va a la casa de Stephen Albert. Albert se refiere al Jardín de su antepasado Ts’ui Pen.

Orígenes y Formas primarias son dos series independientes que se relacionan entre sí. Una se puede considerar la consecuencia de la otra, la continuidad, pero a la vez puede plantearse su absoluta complementariedad y paralelismo. Los vínculos indisolubles van desde los planteamientos conceptuales hasta los propios recursos técnicos que dan a su vez cohesión visual al cuerpo de obra.

En Orígenes, una serie que inició –al menos en detalles y formalmente- hace una decena de años y que el artista reactiva y resemantiza en la actualidad, existe una cantidad de capas de análisis y nudos críticos a los que es necesario referirse. A primera vista, el conjunto de obras se nos presenta como una sucesión de estudios casi taxonómicos. Cada una de las piezas es una muy distintiva profundización clasificatoria de un suceso u objeto determinado. Un lienzo que se fragmenta y muestra el cosmos y sus partes en detalles, es el primer atisbo a esta taxonomía del universo que propone Varela. El artista lo plantea como “búsquedas formales que se transforman en pesquisas cada vez más íntimas y simbólicas”. Pero así como los análisis de clasificación van de lo general al detalle, de la misma manera el artista, da formalmente con una forma que lo resume todo, y plantea: “la integración de la forma oval como símbolo de origen: esa forma representa un estado: el estado de inminencia, todo está contenido en esta forma, es la forma generadora a partir de la cual surge el universo, es el Uno, el origen, la nada y el todo.”

Y una vez más, en la circularidad que define la producción de este artista, retornamos al tiempo. Las obras que conforman esta serie siguen, rítmicamente la sucesión de una línea de tiempo. Pero no el tiempo de las manecillas del reloj que pende pesadamente de nuestras muñecas, sino otro totalmente diferente. Cada trazo, superposición de gestos o capas de pigmento persigue evidenciar otro tiempo, imperceptible para los que no lo rastrean. “Los orígenes cuentan el desarrollo en un tiempo cósmico, hacen una grafía del origen de la forma, del espacio y del tiempo”, plantea correctamente Varela.

“A través de un proceso de conflicto interno, la Voluntad Divina se manifiesta como pares de opuestos, tales como voluntad y deseo, luz y oscuridad, espíritu y materia”, planteaba uno de los filósofos de mayor impacto en la obra de Varela, Jakob Böhme. Este proceso de contraste y revelación es el que se produce en las piezas de Formas primarias.

La continuidad y secuencia de la forma oval desarrollada en repetición, puede referir por asociación a las cuentas de un collar, a la cadena del ácido desoxirribonucleico (ADN) como elemento constante que forma parte de todas las células y que contiene la información necesaria para el desarrollo y el funcionamiento de todos los organismos. De ahí que desde la pauta propuesta por los Orígenes el artista se plantee una continuación paralela y lógica a este discurso rizomático donde tiene una gran preeminencia la idea de la luz como instrumento revelador de realidades o verdades.

En estas obras, el desarrollo de las formas ovales y duales generaron un nuevo grafismo que el artista llama así formas primarias… “Las primeras formas que se originan en el acontecer cósmico en tiempo y espacio. A partir de ellas surgirán todas las infinitas formas de la manifestación espiritual y física”, apunta Varela. La idea del rizoma la expongo para este análisis como modelo descriptivo o epistemológico –tal y como fuera desarrollado por Gilles Deleuze- como una «imagen de pensamiento», basada en el rizoma botánico, que aprehende las multiplicidades. De ahí que esta secuencia, desde el oficio pictórico sea visible a partir del uso de la monocromía y el claroscuro… la luz como herramienta. A cada tanto en el lienzo o papel se evidencia un punto de oscuridad que funciona como punto de resistencia, y por lo mismo, sitio de inflexión para el desarrollo de las otras formas que lo componen.

Tiempos que se bifurcanLas series Orígenes y Formas primarias de Fernando Varela discurren paralelamente y se bifurcan como el jardín de Ts’ui Pen. Su marca es el movimiento constante, una cierta dinamia evolutiva que se distingue como una firma casi genética. Estas series abordan la vida, pero no la existencia cotidiana en su simplicidad más aberrante, sino la vida que se produce desde la resistencia, la continuidad y la luz. A decir de Honoré de Balzac: “El movimiento a causa de la resistencia, produce una combinación que es la propia vida”.

Sara Hermann
Historiadora y Crítica de Arte
2011

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